Tino Aladro, un zapatero de "Zapatero"
Hemos perdido a un humorista de primera línea, con un sentido del humor en algunas ocasiones un tanto crudo, pero siempre simpático y ocurrente. Pocas tertulias mas animadas que aquellas que se formaban en su Zapatería de la Calle San Miguel -que venia a ser como las reboticas del primer tercio del siglo XX-, que por cierto concitaba la reunión de una variopinta representación de la mayor parte de los estamentos sociales, económicos y políticos de Piloña, aun a sabiendas de todos los contertulios, de su conocida fidelidad política hacia los ideales progresistas. Uno de los motivos que más me unieron a Tino Aladro Diego (q.e.p.d.), ha sido por su demostrado afecto hacia mi padre, sentimiento compartido por este, por aquello de que al parecer las buenas personas siempre sintonizan. Esta simpatía hacia mi progenitor, se había gestado como consecuencia de la vecindad que mantuvimos durante muchos años, entre su taller y nuestra tienda. Eran tiempos en que en la Calle San Miguel éramos como una gran familia. Y Tino formaba parte de aquella saga de zapateros (Riestra, Zarabozo (padre e hijos), Jesús Peruyero, Escandón, Julio Rodríguez, Antonio de la Fuente, etcétera) que hicieron famoso a Infiesto por todo el Oriente de Asturias, especialmente cuando se dedicaban a realizar artesanalmente las mejores botas del mundo.
Si bien me queda clavada una espina que no consigo cicatrizar del todo y no es otra que teniendo unos zapatos con los que encontraba muy a gusto -auque eran muy viejos-, cuando salía un día del mes de Agosto rumbo al Oriente de Asturias en uno de mis viajes con el muestrario de calzado, me advirtió Margarita Cuétara, mi prima -a la sazón dependienta en nuestra tienda- que llevaba un agujero en cada suela, a lo que le contesté que eran muy cómodos y que como estábamos en verano así resultaban hasta más frescos, advirtiéndole que no se lo dijera a Mary Carmen -mi mujer-, pues además de armarme un escándalo seguramente que me los tiraba a la basura. Y he aquí que encontrándome en Posada de Llanes comienza a llover torrencialmente y para salir del paso -nunca mejor dicho- recogí dos cajetillas vacías de la orilla de la calle y las coloqué a modo de plantillas tapando los agujeros antes mencionados, para de alguna manera aislarme de la humedad de la lluvia. Meditando sobre la extraña situación vivida -piensen que mi labor por las tardes era la de vender calzado- y estimando que no era muy comercial ir casi descalzo a vender calzado (zapatos, playeros, chirucas, etcétera), me decidí a llevar los susodichos zapatos en verdadero estado agónico -hay que reconocerlo- a reparar al taller de Tino. Y cual no sería mi sorpresa cuando al ir al recogerlos, me encuentro con que me los había tirado a la basura. Y ya saben que la vida es como un gran teatro en el que a cada uno alguien le asigna un papel -y librete Dios salirte del guión- y a Tino le adjudicaron el de bromista, por lo que lo que te podía parecer mal realizado por otra persona, cuando era nuestro amigo el protagonista, lo aceptabas de buen grado, pues “eran cosas de Tino”.
Pero es lo cierto que se nos fué un gran marido, un buen padre, un cariñoso abuelo, un trabajador compulsivo -antes de llegar a la zapatería, ya había atendido el ganado junto con su mujer Olvido-, y un tertuliano más listo que Bush, pues podía hacer dos cosas a la vez, es decir trabajar con el calzado que tenia entre manos y aportar sus comentarios siempre simpáticos a la tertulia de turno, un verdadero amigo de sus amigos y uno de los socios más antiguos y asiduos de la Piloñesa -lástima que no haya podido disfrutar del reciente ascenso a Preferente-, con el que un servidor coincidía muchas veces en las gradas del Campo de la Cueva, y cuando me ofrecía para llevarlo a casa, siempre me contestaba que me lo agradecía pero que venia a buscarlo su yerno Adolfo Faza.
Pero si “solo se muere cuando nos olvidan”, Tino sigues entre nosotros, pues ni tu esposa Olvido, ni tus hijos Geli, Susi, Enrique, Adriana, Daniel y Adolfo, ni tus nietos Olaya, Irene y Ana, ni tus amigos que somos legión, te olvidaremos jamás.
Un abrazo y hasta siempre.
Publicado en La Crónica de Piloña.